El 1 de octubre de 1958 fue fundada la National Aeronautics and Space
Administration (NASA). Referir los orígenes de esta organización tal vez
sea útil para que el lector se explique muchas de las cosas, algunas
inverosímiles a primera vista, que explicaremos a continuación. En la
década de los cincuenta los Estados Unidos desplegaban dos programas
espaciales independientes, el Explorer, desarrollado por el Ejército, y el
Vanguard, dependiente de la Marina. El interés de los militares por el
espacio no era una cuestión que tuviera nada que ver con el avance de la
ciencia. La potencialidad de los satélites en misiones de reconocimiento y
comunicación se unía al desarrollo de cohetes propulsores cada vez más
eficientes que, de paso, podían ser empleados como mísiles
intercontinentales. Si a eso le unimos la posibilidad de emplazar
armamento nuclear en órbita a la Tierra, no resultará difícil comprender
que para las fuerzas armadas estadounidenses el espacio era un objetivo
estratégico de primer orden. Por todo ello la NASA, a pesar de la imagen
pública "amigable" que tradicionalmente ha divulgado, fue desde su
principio una de las agencias gubernamentales americanas en las que el
sigilo ha estado más presente, desde la simple ocultación de datos al
público, hasta la organización de operaciones clandestinas con los más
variados objetivos.
De hecho, la propia acta fundacional de la NASA ya recoge en uno de sus
artículos que cualquier información sería susceptible de ser ocultada si
así lo demandasen los intereses de la seguridad nacional. Esto no se
refería solamente a cuestiones que tuvieran que ver directamente con la
defensa, sino que incluía otro campo tenido muy en cuenta durante aquella
época: la posibilidad de encontrar pruebas que demostrasen la existencia
de vida inteligente de origen extraterrestre.
Así, entre el desarrollo de modelos secretos, que seguramente
originaron algunos supuestos avistamientos ovni, y la realización de
experimentos sobre telepatía con astronautas en órbita, se inició uno de
los planes de investigación secreta más fascinantes de la historia, que
culminaría con la conquista de la Luna, un acontecimiento detrás del que
hay mucho más de lo que cuentan las enciclopedias.
Fraude cósmico
La reciente publicación en los Estados Unidos de varios libros y vídeos
al respecto ha puesto de actualidad una curiosa teoría conspirativa según
la cual la conquista de nuestro satélite, el mayor hito de la historia de
la exploración espacial, bien pudo ser un refinado engaño organizado y
dirigido por la NASA. Para algunos autores, los astronautas
norteamericanos -o al menos los del Apolo XI- nunca posaron sus pies sobre
la superficie lunar, aportando una colección de pruebas que, si bien en la
mayoría de los casos son circunstanciales, en su conjunto conforman una
inquietante duda.
En principio, y analizando la coyuntura de la época, tampoco debiera
extrañarnos demasiado que el gobierno norteamericano recurriese a una
farsa de semejante calibre. Recordemos que toda esta turbia historia tuvo
lugar durante el momento más tenso de la Guerra Fría y que, hasta aquel
momento, el programa espacial soviético se había confirmado como mucho más
eficaz que su equivalente estadounidense. No solo se trataba de una mera
cuestión de prestigio; llegar a la Luna, a cualquier precio, era una
necesidad militar, si se quería evitar que la Unión Soviética, consciente
de su primacía tecnológica, fuera ganando terreno e influencia en la
política internacional de la época. Estos y otros planteamientos similares
habrían motivado la creación del ASP (Apollo Simulation Program), que
culminaría con el alunizaje ficticio del Apollo XI en el desierto de
Nevada, tal vez en algún rincón de la célebre Área 51.
¿Descabellado? Es posible, pero existen algunos detalles que cuando
menos levantan la sombra de una duda razonable. El primero de ellos, y el
más evidente, se puede observar en las fotos que el módulo aparece posado
sobre la superficie de la Luna. Según nos cuentan, y tal como atestiguan
las conocidas fotografías de la huella de Armstrong, el suelo de nuestro
satélite está cubierto por una considerable capa de polvo fino. Sin
embargo, no existe ninguna diferencia entre el terreno que hay bajo el
módulo y el circundante. Ni un cráter, ni polvo adherido a las patas del
aparato. Las pequeñas irregularidades del suelo que rodea a la nave
espacial continúan uniformemente bajo ésta, como si en vez de haber
alunizado violentamente utilizando sus potentes retrocohetes para
amortiguar el choque, hubiera sido depositada allí suavemente por una
grúa.
No es ésta la única sorpresa que nos deparará un atento estudio de las
fotografías y filmaciones del programa Apollo. Como señala el fotógrafo
David Percy, una de las más elementales reglas de la fotografía es que las
superficies planas son siempre iluminadas uniformemente por el Sol. Sin
embargo, cualquiera puede comprobar que en muchas de las fotografías los
astronautas y el módulo lunar se muestran en un área intensamente
alumbrada, mientras los alrededores permanecen en penumbra, lo que solo
podría haber sucedido si éstas se hubieran tomado de noche utilizando
focos, y no en pleno día lunar, como cuenta la versión oficial. Las
sombras que proyectan algunos objetos, que en vez de ir en paralelo -como
correspondería a una iluminación solar- se extiende en trayectorias
divergentes, también indican que las fotos fueron tomadas en la Tierra,
utilizando la noche de algún remoto paraje desértico o bien un plató
enorme para simular un alunizaje de guardarropía.
No obstante, es perfectamente posible que los americanos fueran a la
Luna y aún así se vieran obligados a falsificar las fotos; especialmente
si lo que descubrieron allí no era algo que pudieran divulgar a la opinión
pública.
Contacto en la Luna
Cuando de conspiraciones se trata, las cosas nunca son lo que parecen a
primera vista, y un fraude como el de las fotos lunares puede ser
solamente la punta del iceberg de una operación de encubrimiento mucho
mayor. Desde aquel histórico 20 de julio de 1969 en que el hombre puso por
primera vez su pie en la Luna, las historias de un supuesto encuentro con
seres extraterrestres han corrido como un reguero de pólvora por todo el
planeta. Todo tiene su origen en un extraño fallo provocado por una
"cámara sobrecalentada" que mantuvo interrumpidas a lo largo de dos
minutos las imágenes y sonido de la NASA -no sin unos segundos de margen
para poder cortar la emisión en caso de que sucediera algún imprevisto-
servía al mundo. Sin embargo, radioaficionados de todo el planeta seguían
las transmisiones a través de sus propios equipos de VHF y muchos de ellos
atestiguan haber sido testigos de esta comunicación:
Armstrong: ¿Qué era eso? ¿Qué demonios era eso? ¡Eso es lo único que
quiero saber! Houston (Christopher Craft): ¿Qué pasa ahí?… Control de
la misión llamando a Apolo XI... ¿Aldrin?: ¡Esas cosas son inmensas,
señor! ¡Enormes! ¡Oh Dios! ¡No vais a creerme! ¡Os digo que hay otra nave
espacial ahí fuera... posada en la cara exterior del borde del cráter!
¡Están en la Luna, mirándonos!
La conversación continúa con Armstrong y Aldrin descubriendo como unos
seres que han descendido de lo que parece ser otra nave espacial les
contemplan con curiosidad e incluso se dedican a observar sus
instrumentos. Ante esta situación, Houston ordena a los astronautas que
tomen todas las fotografías que puedan y actúen como si nada estuviera
sucediendo, porque van a reanudar la transmisión al público.
El asunto era grave. A pesar del desmentido oficial, y la consideración
como falsificaciones de todas las grabaciones de aficionados que recogían
el diálogo, la NASA era consciente de que una información "potencialmente
perturbadora" había escapado aquella noche a su control. Algo que se
juraron que no volvería a suceder. Para evitarlo, en misiones posteriores
se estableció un código de emergencias para que lo utilizasen los
astronautas en casos como el anterior. Este código -cuyo nombre en clave
era KILO- fue utilizado en una conversación que tuvo lugar durante la
misión del Apollo XVII:
Módulo lunar: ¡Hey! Puedo ver un punto brillante allí abajo, en el
lugar de aterrizaje, deben haber quitado esa cosa resplandeciente que lo
cubre todo. Houston: Roger. Interesante. Mucho... Pasa a KILO.
KILO. M L: ¡Hey! Ahora es de color gris, y el número uno se está
alargando. H: Roger. Lo hemos cogido y copiamos que está allá abajo.
Pasa a KILO. KILO en este asunto. M L: Cambiando el modo a HM. La
grabadora apagada. Perded un poco las comunicaciones ahí, ¿eh? OK, está
BRAVO. BRAVO. Seleccionar OMNI. ¡Hey!, nunca creeríais esto. Estoy justo
sobre el borde de Orientale, Miro hacia abajo y puedo volver la luz
resplandeciente de nuevo. H: Roger. Comprendido. M L: Justo al final
del cerro. H: Hay alguna posibilidad de... M L: Está al este de
Orientale. H: ¿No supondrás que se trata de un Vostok?...
Esta última frase es especialmente significativa. Vostok es el nombre
de una serie de satélites rusos que fueron lanzados a principios de los
sesenta. Por la fecha y porque estas naves jamás abandonaron la órbita
terrestre, es imposible que una de ellas se encontrara en la Luna, por lo
que debe tratarse de un nombre en código para designar otra cosa,
probablemente una nave extraterrestre.
Ruinas selenitas
Pero, de haber sido así las cosas, los tripulantes del programa Apollo
no se habrían encontrado ni más ni menos que con aquello que habían ido a
buscar. En las fotografías de la superficie lunar tomadas por diversos
vuelos, tanto rusos como norteamericanos, se puede apreciar la existencia
de extrañas estructuras que por su forma y organización sugieren un origen
artificial. Titánicas torres, formaciones rectangulares que semejan ruinas
de ciudades, y extrañas cúpulas semitransparentes, forman un conjunto que
de ser de origen alienígena tendría una considerable antigüedad, a juzgar
por los evidentes signos de deterioro que muestran debido al impacto de
los meteoritos.
Quizá la más renombrada de estas formaciones sean los monolitos de más
de doscientos metros de alto que el astrónomo William Blair descubrió en
las fotografías tomadas por una de las sondas del programa Lunar Orbiter,
en 1967. Estos objetos, justificados por la NASA como "efectos ópticos",
tenían además la particularidad de estar repartidos por la superficie
lunar siguiendo un patrón regular.
En este entorno se puede comprender casos tan curiosos como el de la
foto AS-32-4822. Esta imagen de la superficie de lunar, tomada durante el
vuelo Apollo X, fue inexplicablemente descatalogada de los archivos de la
NASA aunque, afortunadamente, puede ser libremente contemplada en Internet
gracias a la labor de investigadores no oficiales, como la Enterprise
Misión, grupo liderado por el divulgador científico Richard Hoagland,
quien se ha convertido en una de las voces más firmes en denunciar las
manipulaciones de la agencia espacial. La foto muestra un paraje de
geografía lunar en que aparecen peculiaridades tan notables como una
enorme plaza de planta perfectamente cuadrada, junto a la que se puede
observar una enorme estructura regular y, al otro lado de un risco de
curiosa forma, un entramado de líneas rectas que recuerdan el trazado de
las calles de una ciudad.
Testimonios claves de la ocultación de la NASA
Alan Davis nació en Illinois el 13 de diciembre de 1934, se licenció en
Ingeniería Electrónica por la Universidad de Hawai y más tarde se diplomó
también en Ciencias Empresariales. Comenzó a trabajar en la NASA en 1959,
justo un año después de su creación. Fue ingeniero de telecomunicaciones
del proyecto Apollo y estuvo en la plantilla de la agencia aeroespacial
hasta 1973. Después se encargo de la dirección de varias estaciones de
radar y a principios de los noventa fue director de ITT en España.
Su testimonio es sin duda alguna excepcional, ya que su trabajo en el
proyecto Apollo consistía en recibir las señales de radio de las naves,
que llegaban a su puesto en la isla de Antigua, en el Caribe, y rebotarlas
después hasta el control central en Houston. Él, por tanto, era el primero
en recibir las comunicaciones de los astronautas y era testigo directo de
todo cuanto acontecía en los primeros viajes espaciales.
Según sus declaraciones, en el primer viaje tripulado no ocurrió
solamente lo que vimos por televisión. Armstrong avisó por el circuito
interno de comunicación de que "sentía cómo alguien se estaba fijando en
él y en su compañero; no veía a nadie, pero estaba convencido de que no
estaban solos". Desde la Tierra no se le dio mayor importancia al tema, y
en todo momento pensaron que los astronautas estaban siendo presa de
extraños pensamientos debido al insólito lugar en el que se
encontraban.
Pero más tarde ocurrió algo que dejó helados a los miembros del control
de Houston: "Los astronautas relataron que ante sus ojos habían aparecido
ruinas de una construcción hecha por seres inteligentes". En la
entrevista, el propio Alan Davis incluso las describe, ya que él mismo
afirmó haber visto las imágenes. Según sus palabras "allí no había un solo
muro, sino varios, y por su morfología era completamente imposible que se
tratara de un capricho de la Geología. Los bloques de piedras estaban muy
erosionados, pero estaba claro que aquello era artificial. En alguna de
las paredes, a algo más de un metro de altura, había agujeros que
recordaban a lo que hoy son nuestras modernas ventanas; también había otro
tipo de huecos que estaban cerca del suelo, como si fueran puertas. La
NASA investigó a fondo aquellas ruinas pero no fueron capaces de precisar
su antigüedad. Sin embargo la conclusión a la que llegaron fue clara, una
civilización desconocida tuvo hace miles de años una base sobre la Luna,
incluso es posible que estuvieran allí antes del nacimiento de la raza
humana".
Según comento Alan Davis, la NASA ya tenía constancia, mediante otro
tipo de pruebas, de la evidencia de visitas extraterrestres y de la
existencia de vida fuera del Sistema Solar, antes de la aparición de las
ruinas sobre nuestro satélite. Él mismo afirma que está "convencido de la
existencia de visitas de otras civilizaciones, desde hace miles de años, a
nuestro planeta".
La pregunta que surge siguiendo el hilo de esta declaración es
prácticamente obligada. Si la NASA tiene esta información, cuya
importancia cambiaría por completo la comprensión de nuestra Historia,
¿por qué no la revela? Para Davis la respuesta es sencilla: "Aunque la
NASA se creó para la exploración del espacio exterior y en un principio
estuvo compuesta exclusivamente por civiles, los militares controlan en
secreto la agencia desde muy poco tiempo después de su creación. Por
encima de la investigación científica se encuentran los intereses
militares y los de la seguridad nacional de EE.UU., y no sé por qué
restringen sistemáticamente cualquier información que lleve a la opinión
pública a pensar que existen otras civilizaciones que vienen a la
Tierra".
Las valientes declaraciones del profesor Davis no son algo que podamos
considerar usual y la valoración de lo que expresó ante las cámaras no se
puede realizar en pocos minutos. Pero sus declaraciones no son las únicas
expresadas por técnicos de la NASA que apuntan a que hubo mucho más de lo
que salió en televisión aquel mes de julio de 1969. Un antiguo jefe de
comunicaciones de la agencia, Maurice Chatelain, también comentó hace
varios años que "todos los vuelos Apollo y Gemini fueron seguidos a
distancia -y a veces de cerca- por vehículos de origen extraterrestre.
Cada vez que esto ocurría, los astronautas informaban al control de la
misión, que inmediatamente les ordenaba silencio absoluto". Hay, por
tanto, demasiadas coincidencias en las afirmaciones de varios científicos
de la agencia, como para suponer que el asunto no es más que un simple
fraude.
Aunque si existe un miembro de la NASA que ha destacado por acusar a la
agencia de fraude y engaño, éste ha sido sin lugar a dudas el astronauta
Edgar Mitchell, miembro de la tripulación del Apollo XIV, el cual comentó
lo siguiente en una rueda de prensa ofrecida hace unos años: "Estoy
convencido de que los gobiernos de todo el mundo saben que se están
produciendo visitas de extraterrestres, pero tienen un motivo fundamental
para negarlo: el miedo".
La lista de testimonios de empleados de la NASA que aseguran haber
visto evidencias de vida extraterrestre cerca de la Luna es mucho mayor,
pero su enumeración no nos llevaría a una conclusión tajante acerca de lo
que todavía nos queda por descubrir acerca de nuestro satélite. Por tanto,
el misterio continua.
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